El viernes 13 de marzo del 2020 nos mandaron a todos a casa. Fue una verdadera sorpresa: de la noche al día. Pudo haber sido un desastre desde el punto de vista de la empresa, pero no lo fue por lo de siempre: algo de intuición por parte de los trabajadores que se prepararon “por si acaso”, cambios realizados algunos meses antes sin pensar cuan importantes serían en este escenario, un ejercicio hecho el verano anterior…y todo funcionó como la seda.
La sociedad está sorprendida por la adaptación, sin paracaídas, de millones de puestos de trabajo al teletrabajo, sea en Kansas City, Quito, Alcalá del Valle (Cádiz) o Singapur. La Comisión Europea, que no es tonta, ha decido deshacerse de la mitad de sus edificios. Como consecuencia, la intención es poner a teletrabajar a sus funcionarios. Según el Comisario Johannes Hahn, responsable del presupuesto comunitario, el 90% de los funcionarios están de acuerdo. Y yo también. Además, está demostrado según varios estudios que somos más productivos en casa que en la oficina.
No debemos asociar teletrabajo a pandemia ni confinamiento. Todavía los mezclamos porque ambos surgieron a la vez, pero hoy te puedes ir a la calle a las 5 de la tarde, a tomar cervezas o a correr. La imagen de abajo con los niños en la chepa es del pasado.
Algunas consideraciones:
No todo puede ser teletrabajado
No hace falta decir que algunas profesiones son de carácter presencial, desde el conductor del autobús hasta el profesor de primaria pasando por el cajero del supermercado o el minero, pero no debemos despreciar la capacidad que tenemos de automatizar lo que hacemos. En el futuro, el minero será una máquina guiada como un dron, el transporte no tendrá ni maquinistas, ni conductores, ni pilotos ni capitanes y los cajeros de los supermercados desaparecerán dentro de bien poco. Es más, si os digo cajero de un banco pensáis en el cajero automático, no en el que está (o estaba) tras la ventanilla ¿Hace cuánto que no pasáis por la oficina de un banco?
Solo permanecerán aquellas profesiones donde la interacción personal o presencia física sea imprescindible: ¿Policía? ¿Enseñanza? ¿Boxeo? Quizás en un futuro el deporte sea solo online, virtual, y no habrá ni campos de fútbol ni de tenis, las estrellas serán los “gamers” y los aficionados serán “followers”. Y todos diabéticos y con problemas de corazón por no mover el trasero. Pero ese es otro tema.
Cambio cultural
Esta revolución tiene un coste asociado en los países del sur de Europa, no para el trabajador (o colaborador como dicen los cursis), sino para los jefes nuestros de cada día. Nos quieren en la oficina, como vasallos o súbditos. Ya sabéis, lo de estar en la oficina hasta que se vaya el jefe.
Este asunto del teletrabajo es donde he detectado la mayor diferencia de carácter y actitud entre el norte y el sur. Abismal. Sorprendente.
Para los jefes del del sur, teletrabajo es igual a rascarse la barriga. Para los del norte, es más de lo mismo: “Tú sabrás lo que haces: tal día y a tal hora, esto tiene que estar hecho; si tienes algún problema, me lo dices”. Justo al contrario que los del sur con el “no me vengas con historias”.
Hay que estar preparado
Si el jefe debe cambiar, tú también. Primero, has de ser estricto con tu tiempo: ni más horas, ni menos. Lo siguiente es que tu casa debe adaptarse: necesitas silla, mesa, internet y sobre todo un sitio adecuado. Eso de trabajar en el sofá queda guay, pero es una tontería.
Leo que hay personas que no logran desconectar y que están presionados más que antes. Si antes te llamaban fuera de horas, lo seguirán haciendo, y si no lo hacían, ¿por qué ahora sí? No lo entiendo. El que te manden emails es irrelevante, basta con no mirar y, sobre todo, no tenerlo sincronizado con el móvil. En cambio, si eras adicto al trabajo, seguirás rematando la faena el sábado por la mañana mientras la familia duerme y consultarás los correos los domingos a la tarde. Nada ha cambiado. También se habla de estrés y de ausencia de contacto humano: como teletrabajar no es sinónimo de tener prohibida la entrada a tu oficina, siempre puedes ir a ver a tus colegas y almorzar con ellos una vez por semana, como lo hacías siempre.
Una oportunidad
La España vaciada tiene aquí una oportunidad. Los servicios centrales de bancos o megaempresas (Endesa, Repsol, Indra, Mapfre, etc.) podrían trasladar a sus empleados a las provincias de Soria, Cuenca o Segovia, eso sí, con las necesarias ayudas públicas y desarrollo local (internet, escuelas, hospitales, etc.). Del mismo modo, un gobierno como el actual, tan dado a las ideas rompedoras, podría trasladar a los empleados de los distintos ministerios y empresas públicas a Zamora o Jaén, con el ministro delante. Y la Casa Real, al valle de Urola (Guipúzcoa). No hablo de trasladar los ministerios ni el palacio de la Zarzuela, hablo de trasladar a las personas. Con los ministerios podrían hacer pisos turísticos que es lo que mola en este país.
Si tenéis alguna duda, recordaros que técnicamente, Zoom, las videollamadas por Teams o Skype son aplicaciones antediluvianas: pronto tendremos al interlocutor representado frente a nosotros, sin problemas de pantallas, micrófonos o internet.
Dedicado a los que tienen el jefe en EE.UU., cobran en criptomonedas, coordinan gente en 3 continentes y… ¡solo se conocen por teleconferencia! Y también dedicado a Bugs Bunny. Cuando te encuentres con los colegas -en un bar o en el parque – les dirás,
Por cierto, ¿qué os dice la imagen de unos dibujos animados con un cazador armado y un pobre conejito? Como cambian las ideas: hoy esos dibujos estarían prohibidos.
De un artículo de El Español:
“La realidad española indica que el teletrabajo ha sido, históricamente, una opción muy poco desarrollada. Según los datos de Eurostock, en 2019 sólo el 4,8% de los empleados teletrabajaba regularmente en España. Unas cifras muy lejanas a las de otros países. Portugal llegaba al 6,5%, mientras que Francia el número de empleados en remoto alcanzaban el 7%.
Y es que, la media europea de trabajadores teletrabajando quedaba en el año previo al estallido de la pandemia en un 6%. Si centramos la atención en los países más avanzados en esta materia, Países Bajos y Finlandia con más de un 14% o Luxemburgo con un 11,6% quedan en otra galaxia.
La llegada de la pandemia generó importantes cambios. España superó el 11% de los trabajadores en remoto frente al 15,7% de Francia y al 13,9% de Portugal. Aunque el avance para España fue importante en los pasados 12 meses, nuestro país quedó por debajo de la media europea que se situó en el 13,7%”.
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