Las cartas con regalo incluido que han recibido Iglesias, Marlaska y Gámez han generado mucho ruido, demasiado teniendo en cuenta como nos las hemos gastado en España en los últimos 100 años. O en los últimos 50, o 10, e incluso en el último año.
Guerra Civil, revoluciones, golpes de estado, fusilamientos, consejos de guerra, tiros en la nuca, bombas, torturas y asesinatos por el Estado, manifestaciones que acababan a tiros por parte de la policía, los famosos escraches, mítines que no se pueden celebrar porque los convocantes son recibidos a pedradas y seguro que me dejo otras muchas situaciones donde del pensamiento se pasó a la palabra y los hechos. Todo ello aún supura, a pesar de ser hechos inaceptables e inconcebibles en una sociedad sana, sensible y educada. Seguimos igual, sean balas de Cetme o, sin ir más lejos, los policías y guardias civiles que no fueron vacunaron por la Generalitat contra el Covid19 en Cataluña. Infumable.
Como lo anterior no tiene remedio, la pregunta que yo me hago es bien sencilla: ¿se pueden enviar por correo cuatro balas hoy en día, en el siglo XXI? ¿Y si fuese una carta bomba?
Lo primero que se me viene a la cabeza es la pifia de Correos, menuda pifia.
Correos ha exigido que se retire del servicio al currito que estaba delante del escáner. Ni que decir tiene que la subcontrata “INV Vigilancia” lo ha hecho, de inmediato. Todos han salvado el traserillo, ya tenemos a quien lapidar.
La escena del trabajador picando piedra, o delante de una pantalla, mientras tiene a una decena de personas comentando qué tal lo hace y como mejorar su productividad me viene a la mente. Es un ejemplo paradigmático. Por si tenéis dudas, aquí está la carta. Este hombre (o mujer) “ha causado daños a la imagen o al buen nombre de Correos”.
En 1989 Sidney Yoshida, un japonés, explicó por qué las órdenes y decisiones de la jerarquía están a veces equivocadas: parece que no tienen ni idea de lo que ocurre ni de cuáles son los problemas.
Yoshida afirmaba que los jefes (hoy CEOs, Chief Executive Officer, americanismo, claro), a pesar de ser los más listos y los que más saben -para eso son jefes –ignoran el 96% de las cosas que suceden dentro de su organización en el día a día. Ese desconocimiento conlleva decisiones inadecuadas, ineficaz asignación de recursos y desmotivación de las personas. No voy a entrar en las causas, pero subyace un problema genérico de comunicación.

El iceberg hay que derretirlo, mejorando la comunicación, aplanando la organización y asignando de forma ambiciosa roles y responsabilidades. Los japoneses, tan directos ellos, en sus sistemas de calidad establecen que los CEOs vayan directamente y en persona al lugar exacto en donde ocurren las cosas, los errores y problemas (en Toyota, por ejemplo). Escuchar y ver por sus propios oídos y ojos. Lo llaman Genchi Genbutsu.
Tengo serias dudas de que los jefes de Correos y de la empresa contratista hayan aparecido por el lugar para conocer las circunstancias, condiciones de trabajo, estado de la maquinaria, etc. ¿Para qué? Ya tenemos al culpable y su cabeza ya ha sido cortada.
Los mismos gestores podrían estrujarse las meninges y aprovechar la lluvia de millones que vienen de Europa para mejorar los sistemas de alerta y detección de semejantes cartas que ayuden a esos vigilantes. ¡Qué mejor proyecto!
Dedico esta entrada al vigilante de la subcontrata de Correos al cual le colaron unas cartas con balas de Cetme (y también al de la navaja, por si es otro). Estaban en el lugar y el momento equivocado.