Desde hace unos cuantos años en casa de nuestros vecinos europeos han surgido unos curiosos personajes que con mayor o menor fortuna han convencido a sus paisanos de que la culpa de todo la tiene la Unión Europea, o al menos, les han inculcado la idea de que sin ella viviríamos mejor.
Los más conocidos son Nigel Farage (UK Independence Party), los Le Pen (Front National) y Salvini de la Lega (antes Liga Norte, partido separatista del norte de Italia). Todos ellos tienen en común la aversión al euro y a la UE, son muy de derechas y críticos con la inmigración, su mensaje es una mezcla de nacionalismo algo supremacista con brochazos religiosos y sobre todo sueltan muchas mentirijillas, como Trump. Ese señor es hoy su referente: si él pudo llegar al poder, ellos también. A ese carro se han subido otros muchos porque funciona. Venden placebos, como en el lejano oeste.

¿Qué habrá hecho la UE para merecer esto? Nada. La UE, el club antes selecto y ahora algo más popular, lo gestionan los propios países que la componen. Nada sale adelante sin el visto bueno de sus socios. Por tanto, echar la culpa a “Bruselas” es echar la culpa a tu propio gobierno y a los parlamentarios europeos que elegimos entre todos.
Os paso a explicar cómo funciona este embrollo.
La UE y el rol de la Comisión Europea (“Bruselas”)
Las instituciones europeas y el proceso de decisión es relativamente complejo y con muchos intereses encontrados. Estos son los principales actores
- el Parlamento Europeo, que representa a los ciudadanos de la UE y es elegido directamente por ellos;
- el Consejo Europeo, compuesto por los jefes de Estado o de Gobierno de los Estados miembros de la UE, hoy 28;
- el Consejo, compuesto por los distintos ministros y que representa a los gobiernos de los Estados miembros de la UE;
- la Comisión Europea, que representa los intereses de la UE en su conjunto.
El Consejo Europeo define el rumbo y las prioridades políticas generales de la UE, pero no ejerce ninguna función legislativa. En general, la Comisión propone la nueva legislación y es el Parlamento Europeo y el Consejo quienes las adoptan después de revisarlas, releerlas, rechazarlas, etc. cien mil veces. Los Estados miembros y la Comisión las aplican.
El rol de la Comisión es difícil: propone leyes, vela porque se cumplan y por último gestiona y ejecuta las políticas de la Unión (o sea, gestiona la pasta). Ese “velar porque se cumplan las leyes” implica auditorías, visitas e inspecciones a los Estados miembros. Si la infracción es muy descarada, implica multas y sanciones que el Tribunal de Justicia de la UE se encarga de imponer. A nadie le gusta que le metan el dedo en el ojo.
En “Bruselas” trabajan unas 50.000 personas, incluidos los 5.000 intérpretes y traductores, además del personal de la Comisión, Parlamento, Consejo, Agencias, tribunales de justicia y de cuentas, auditores, etc. Para hacernos una idea el Ayuntamiento de Madrid tiene 27.000 empleados.
El meollo de la cuestión: qué dinero se gasta y en qué
La UE se gastará unos 165.800 millones de € este año. Esta cantidad solo representa el 1% del PIB de los países que la componen y es un poco más de lo que se gastará España en pensiones en 2019.
De los 165.800 millones, las dos partidas presupuestarias más golosas son:
- Desarrollo sostenible, incluidos los Fondos de Cohesión y Estructurales,que representa el 49 % del presupuesto de la Unión,
- La Política Agrícola Común (PAC) que representa otro 36%.
El resto se reparte en acción exterior, seguridad y fronteras, administración, etc.
El 80% de ese presupuesto lo manejan los propios Estados. Ahí es donde entra una oficina especializada de lucha contra el fraude (la OLAF) que se encarga de realizar investigaciones cuando existe la sospecha de que los fondos del presupuesto de la UE se han utilizado de forma incorrecta o en caso de conducta grave entre los funcionarios, irregularidades en los procedimientos de licitación, conflictos de interés, etc. En la UE, la OLAF es equivalente a “Mufasa”.
Para acabar, os pongo ejemplos de quien paga la fiesta y como se reparte el pastel. Los datos corresponden al año 2016:
Polonia: contribuyó con 3.553 millones de € y recibió 10.637 millones: el 41% por la PAC, el 52% por fondos de cohesión y estructurales y el 3% para investigación. No incluyo el resto de partidas por ser menores. Es uno de los grandes beneficiados.
España: contribuyó con 9.563 millones de € y recibió 11.592 millones: el 54% por la PAC, el 32% por fondos de cohesión y estructurales y el 10% para investigación.
Alemania: contribuyó con 23.273 millones de € y recibió 10.082 millones: el 62% por la PAC, el 13% por fondos de cohesión y estructurales y el 20% para investigación. Los alemanes son listos, prefieren investigar a tener mejores carreteras.
Reino Unido: Contribuyó con 12.759 millones de € y recibió 7.051 millones: el 54% por la PAC, el 16% por fondos de cohesión y estructurales y el 26% para investigación. Otro que prefiere investigar. La contribución del RU es menor por el famoso “cheque británico”. La Thatcher negoció con Bruselas un acuerdo para que parte de lo aportado fuese devuelto, cosas de su graciosa insularidad, majestad o lo que sea. En 2016 se ahorraron 5.870 millones, y así todos los años. Y encima protestan
Francia: Contribuyó con 19.476 millones de € y recibió 11.274 millones: el 65% por la PAC, el 9% por fondos de cohesión y estructurales y el 20% para investigación. Otro que prefiere investigar.
Holanda, el mejor: Contribuyó con 4.343 millones de € y recibió 2.289 millones: ¡el 46% para investigación!
Dato curioso: todos los países más desarrollados prefieren recibir dinero para investigar, menos España, que prefiere las rotondas y aeropuertos.
Conclusiones
La UE es un negocio donde todos ganan, pero como siempre los más listos ganan más. Igual no hay que ser más listo: solo basta saber lo que uno quiere o le interesa.
Las normas europeas van siempre en favor de los ciudadanos, sean detalles como el fin del timo del roaming, los derechos del viajero o el Erasmus para nuestros hijos, u otras cosas más serias como la seguridad alimentaria, la obsolescencia programada de lo que compramos o los medicamentos.
A Europa nadie la defiende. Es el perfecto ente difuso al que siempre se le puede echar la culpa: es el puchinbol (en inglés punching-ball).

Lo bueno, lo hacen nuestros políticos. Lo malo, son decisiones de “Bruselas”… como si ellos no estuviesen allí sentados.
Así hasta que nos la carguemos, porque no supimos conservar y defender lo poco bueno que se ha hecho en este continente y porque ese poco bueno lo dimos por garantizado, como el pasaporte común, no fronteras, sanidad garantizada en todo el continente, estudios universitarios armonizados, moneda única, fondos para mejorar infraestructuras y para investigar, etc. ¿Es que somos tontos?
Muy bueno, Germán. Me gusta todo lo que escribes pero éste se lleva la palma. 100% de acuerdo contigo. Y prefiero no responder a tu pregunta final.
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Entre todos la mataron y ella sola se murió.
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