Supongo que todos vosotros habréis sufrido o sido testigos de la típica señora mayor colándose, sin pedir permiso siquiera. Esta vez ha ocurrido en Cádiz, en la calle Ancha.
Paso a describir la escena: son los siete de la tarde, hace calor en Cádiz. Estoy sentado en la terraza del “Salón Italiano” junto a mi mujer e hijo pequeño. Todo está bueno: helados, granizados, café… Hay gente esperando; guardan cola pacientemente. La mayoría de las mesas ya han acabado la consumición pero nadie tiene prisa por levantarse. Estoy de vacaciones y las vacaciones son un período estupendo para entretenerse con tonterías: desde ir a ver osos polares al Ártico a escudriñar cómo se comporta la gente cuando hace cola.
Veo que llegan un par de mujeres, ya mayores pero no demasiado, y se apostan en un banco enfrente de la terraza, a unos 5 metros (el ancho de la calle). No preguntan quién es el último como había hecho hace 15 minutos un joven acompañado de su mujer e hija de pocos años.
Queda libre una mesa. Una de las mujeres del banco salta como si tuviese un muelle en el trasero y llega la primera. Ha sido increíblemente rápida: visto y no visto. Lleva traje de verano, gafas de sol grandes que le cubren el rostro y collar de perlas.
El joven inexperto se acerca antes de que la vieja llegue a sentarse (está ajustando la silla) y con exquisita paciencia y educación explica que él estaba antes. La vieja se mantiene en pie. Al principio calla, permanece inmóvil y le mira como si fuese un extraterrestre. El joven no entiende su silencio. En realidad está atónita al ver que alguien se atreve a llamarle la atención. Le dice que ella también estaba esperando, en el banco de enfrente. Él repite que estaba antes, algo mosqueado.
La colega acaba de incorporarse a la escena y se coloca justo al lado. Es Patán, el de Pierre Nodoyuna .Tiene su mismo aspecto, sólo le falta reírse como Patán. La discusión no va con ella. Se ve que tiene experiencia en estas situaciones. Se sienta del tirón.
Al joven se le está poniendo cara de tonto, mira a su mujer pidiendo ayuda y entonces Pierre Nodoyuna aprovecha y se sienta también. Sienta su culo gordo (con muelle incorporado) mientras mira de reojo a Patán. Jaque mate. Juego, set y partido.
Al joven solo le queda el derecho al pataleo: “Menuda jeta. Tiene usted la desfachatez de las viejas”. Se va pero a los dos o tres pasos se da la vuelta, se acerca de nuevo, y en tono de voz algo más alto repite: “Que poca vergüenza. Tiene usted la desfachatez de las viejas”. Ya se han enterado todos los de alrededor aunque a mí no me hacía falta.
Casualidades de la vida, un minuto después la mesa de al lado queda libre y se sientan, con gran satisfacción. Estoy seguro que el helado les supo a gloria.
Nota: al poco me fui del lugar. Al cabo de una hora y media volví a pasar por la misma calle y aún Pierre Nodoyuna y Patán estaban ahí. Pegadas a la silla.
En verdad esas mujeres de 70 a 80 años, de aspecto pudiente, laca y permanente, siempre vestidas de forma “clásica”, en invierno visón o equivalente y semblante serio deberían ser objeto de estudio sociológico.
Son las mismas, que con espíritu de guardia municipal, se dedican a llamar la atención en mitad de la calle a todo el que se ponga a tiro y si es niño, mejor;
Son las mismas que cuando abren una caja nueva en el supermercado saltan de su fila como un búfalo africano, dando algún que otro empujón y clavando el carrito en los tobillos ajenos, para ponerse las primeras;
Son las mismas que en la pescadería se cuelan para hacer una pregunta y luego empiezan a pedir, eso sí, el pescado bien limpio;
Por último, son la Gestapo familiar y vecinal. Lo saben – y comentan- todo sobre todos. No se salva nadie.
Este mal afecta sobre todo a la clase media-alta y en especial al género femenino (¡Oh, milagro! Por una vez los varones no somos culpables del delito).
Dedico esta entrada a Pierre Nodoyuna y a su perro Patán. Por cierto, hoy en día la embajada francesa en Washington protestaría por ser Pierre francés, el malo de los “Autos Locos”. Es una “micro-ofensa” más, tan de moda hoy en día.
Os dejo el capítulo 19 de esos dibujos animados. Dura unos 10 minutos.
Quién tuvo retuvo, no creo que sea cuestión de edad. Lo han hecho siempre
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No he querido poner ejemplos personales, pero tengo una buena coleccion de reproches de esas señoras. De cuando era niño y luego a mis propios hijos. Lo de las colas es sublime, surrealista.
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