Quiero ser progre (pero no me sale)

Según la Wiki ser progre era, “particularmente en la España de los años 1970 y 1980, una tribu urbana formada por jóvenes de clase media o media-alta y con ideas de izquierdas”.

Pero eso ya no cuadra. La izquierda de los 70 y 80 hablaba del divorcio, sindicatos, aborto, libertad, o sea, que ser progre en ese sentido está superado. Los “fachas” de brazo en alto han desaparecido al menos en España gracias a Dios (a pesar de que creían que Dios estaba de su parte).

Pero el concepto sigue vigente: progres son los que han sacado adelante la igualdad entre parejas hetero y homosexuales o los que defendieron el medio ambiente ante las tropelías de muchas empresas.

Los progres apoyaban causas a “favor de” y eso parece que está cambiando.  Ahora los progres tiran “en contra de”, no van “a favor de”.

Me estoy haciendo perro y viejo y cada vez me rechina más la progresía. Porque avanzar es bueno, siempre que la meta no sea…….

La campaña de ultranacionalistas catalanes o vascos y de movimientos sociales “progresistas” contra las corridas de toros. ¿Cuánto hay de protección y respeto a los animales y cuanto de desprecio hacia “lo español”? Desde luego el toro sufre y el espectáculo es sangriento. Negarlo sería un insulto a la inteligencia. naturalTambién reconozco que en 10 años se podrían borrar de la faz de España las corridas de toros eliminando los apoyos públicos, incentivando en TV las críticas, manipulando la información, en resumen, orquestando una campaña.

Que se lo pregunten a los nazis y a los judíos qué fácil es manipular. Las corridas de toros son cultura, mueven dinero, la emoción es máxima, es tradición, liturgia y es nuestro. En la foto, un pase natural, en Francia. El toro, de Victorino Martín.

La iglesia católica en España está acosada por la izquierda y los progres -no sé en qué medida estoy influido por la prensa- pero hay polémicas: muchachas que se manifiestan en tetas dentro de un templo, discusiones sobre la titularidad de la mezquita de Córdoba, actitudes irrespetuosas hacia los símbolos católicos, etc. España es un estado laico, y la verdad no entiendo ese empecinamiento contra lo católico cuando, en comparación con las otras confesiones, me parece la menos mala o al menos la más evolucionada. Más nos valdría aplicar los Diez Mandamientos – a católicos y no católicos – y dejarnos de chorradas.

Otra progresía que me rechina es escuchar aquello de compañeros y compañeras, amigos y amigas, etc. Si no me equivoco el género masculino es la forma no marcada o inclusiva: si digo “los alumnos de esta clase”, me refiero a alumnos de sexo masculino y femenino; el género gramatical femenino es la forma marcada y por tanto resulta la exclusiva o excluyente. Eso por no hablar de los «jóvenes y jóvenas» y de los «miembros y miembras».

Sé que me meto en un pequeño charco porque alguno me tachará de machista pero es que no lo soporto. Es ignorancia, estulticia, derroche y morralla verbal. Si alguien quiere apoyar a las mujeres, que se equiparen de verdad los sueldos, que se apoye definitivamente la maternidad (porque la que paga el pato de tener niños son las mujeres), que la violencia de género o machista o doméstica (o como se diga) sea prevenida y jamás excusada y que la selección  de personas para un puesto de trabajo se haga sin tener en cuenta el sexo. Es una vergüenza para cualquier país que se deban establecer cuotas por sexos. Eso es un indicador de que algo no funciona.

Para solventar el problema de repetir la misma palabra con los dos géneros propongo una gilipollez aún mayor: inventemos un tercer género para cada palabra, así al menos ahorraremos palabras al hablar y escribir y daremos curro a los de la Real Academia de la Lengua. Por ejemplo:

Jueces y juezas -> Juezus; maestros y maestras -> maestrus; políticos y políticas -> politicus; decanos y decanas -> decanus, y así hasta que te aburras. Nos podemos ahorrar el tercer género en palabras como idiota, futbolista o fascista que gentilmente acepto como inclusivas del género masculino.

Por cierto, el objetivo del lenguaje es ser preciso, inequívoco y justo en su medida.


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