Móvil dependencia

Bandazo en la educación de Primaria y Secundaria. Fuera ordenadores, móviles y tabletas. Vuelta al lápiz y papel. Nada de cortar y pegar frases o párrafos, a partir de ahora – como antes – trabajos originales, leer y pensar, escoger lo importante de cada documento, hacer un refrito, además de aportar algo “original”.

“Es que los niños no saben escribir ni expresarse con coherencia por escrito. La ortografía es un dolor”, dicen. Encima creímos que por ponerles delante un móvil u ordenador iban a aprender a usar Excel, hacer documentos perfectos en Word, a programar en Java o Adobe para edición de videos y gráficos, hacer consultas en bases de datos, y un largo etc. Pues no, manejan el móvil con una soltura envidiable (mi hijo me encuentra el móvil aunque esté en silencio) pero poco más.

Además de ese “problema”, existe otro mucho peor. Es este:

O este:

Yo me reconozco. Lo hago. En el caso de la primera foto, pues te chocas con alguien, con una señal de tráfico o pisas un mojón canino o un vómito humano, a elegir.

En el segundo, si estoy solo en la mesa, o miro el móvil o me pongo la radio, o los dos. Da igual que sean videos cortos, las historietas de Facebook, esa cosa de Instagram, los fichajes, alineaciones y lesionados en “Futmondo” (vaya vicio que tengo), o miro los titulares de las noticias. Por cierto, me da igual no abrir el artículo: me niego a pagar porque luego el contenido dista bastante del atrayente titular. Los titulares son el anzuelo, nunca sabes lo que vas a pescar, normalmente un corcón (o lisa mojonera en Cádiz) o una kabuxa (o babosa).

El móvil es un imán, me ha reprogramado el cerebro de tal forma que lo miro cada pocos minutos; viendo la tele es terrible: ni me entero de lo que leo ni me entero de la serie o la peli de turno.

Decir que los jóvenes están viciados es una broma. Los primeros enganchados somos nosotros. Algunas estadísticas sobre el uso del móvil: en mi caso, todos los días lo uso unas 4 horas, aunque hay días que me pregunto cómo puedo haber estado 7 horas con el teléfono en la mano. En EE.UU. los adultos lo usan igual que yo, unas cuatro horas diarias y en España 3,7 horas en 2024 (datos de Telefónica). Los adolescentes solo un poco más, 5,3 y 4,4 horas, según sean chicas a chicos. Las estadísticas son bastante dispares, también mencionan 7 horas en general y miradas al móvil cada 10 minutos. En cualquier caso, todo lo que sea más de 1 hora parece excesivo.

Ese tiempo nos lo robamos a nosotros mismos y a los que físicamente nos rodean, y se lo regalamos a desconocidos. Si ese tiempo lo cuantificáramos en euros en mi caso serían 9.3€ (según el SMI) * 4h * 7 días = 260€ semanales. Algún tonto “pelao” hubiese dicho monetizar – nuevo palabro -, con lo bonito que es rentabilizar.

¿Es posible que miles de millones de personas seamos tan capullitos?

No, evidentemente no. Son las hormonas del bienestar, como la dopamina, oxitocina, y demás -inas.

A los que hacen jogging, un poco de -ina. Los que fuman, les gusta el buen vino o se meten drogas, más -inas.  ¿Chocolate? ¿Dulce? Un pelotazo de -inas. Una buena chuleta con patatas fritas y pimientos del piquillo, o unos callos con garbanzos con su grasita y colesterol, -inas para el pueblo.

El pueblo, en su sabiduría, lo tenía claro: ¿por qué todo lo bueno, mata, engorda o está prohibido?

Lo que se ha descubierto es que el uso continuado del móvil produce el mismo efecto. Y lo saben. Por tanto, el dicho popular debe ser ahora ¿Por qué todo lo bueno, mata, engorda, está prohibido o se vuelve adictivo?

Sí, el móvil es adictivo, y por tanto hay que hacer el esfuerzo de dejarlo en casa, de meterlo en un cajón, ponerse un horario o el controlador de tiempo de empleo. No hay otra solución. El móvil, genial invento, lo han manipulado para otra vez engañarnos y manipularnos. Viva Trump, viva el Brexit, viva X, viva Facebook, viva Instagram, viva TikTok, vivan los “reels”, los “influencers”, viva wasap, y lo que nos queda.

Como herramienta es genial, diría que es difícil vivir sin él, pero hay que saber usarlo, como todo. Si es urgente o importante, se llama por teléfono – nada de mensajitos -, si quieres charlar con el grupo de la familia o amigos, pues videollamada; alguno contestará. La pandemia nos enseñó a tener esas charlas en grupo a horas determinadas. En cambio, los buenos días, chistes, preguntas y demás mensajes, no es necesario responder de inmediato, incluso no comentar, ni reírse, aunque se debe contestar a las preguntas, aunque sea 24 horas después. Lo de reaccionar al leerlo es prescindible, aunque alguno se mosquee; no es un desprecio. Simplemente no sabes qué decir o no tienes tiempo en ese momento.

Pr cierto, existe la Whatsappitis. El sobre-uso de los dedos pulgares cuando utilizamos el móvil hace que se produzcan lesiones en varios de los tendones de la musculatura del pulgar. Hay que ver.

Móvil, vade retro, Satanás.


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