Almeida, alcalde de Madrid, después de conceder a regañadientes el título de hija predilecta de Madrid a Almudena Grandes tuvo un ataque de franqueza y soltó este regüeldo: “Almudena Grandes no merece ser Hija Predilecta de Madrid, pero yo he sacado unos Presupuestos que son buenos para los madrileños. Yo he ponderado: un buen presupuesto para Madrid de 5.600 millones y Almudena Grandes.”
En primer lugar, Almeida no debe ser español: nosotros enterramos a nuestros muertos de maravilla, sin un solo reproche. Y lo segundo es que, si nuestra sinceridad va a hacer daño, es mejor que callemos.
Para haceros una idea, otros galardonados fueron Ángel Nieto, Cela, Raphael, Julio Iglesia, Plácido Domingo, Luis Carandell, Tarradellas, Tomas y Valiente, Vargas Llosa, Julián Marías, Nadal, Benito Pérez Galdós y el último Arturo Soria (urbanista que dio forma a la Ciudad Lineal de Madrid a finales del siglo XIX). Se puede ser hijo “predilecto” o hijo “adoptivo”, y son distinguidos aquellos que, “por sus destacadas cualidades personales o méritos, y singularmente por sus servicios de beneficio, mejora u honor de Madrid, hayan alcanzado tan alto prestigio y consideración general tan indiscutible en el concepto público”.
La distinción ha quedado deslucida por la polémica, igual que la calle que el Ayuntamiento va a poner a nombre de Almudena y la placa que pondrán en la fachada del edificio donde residía. Ahora que lo pienso, deberían reutilizar el mármol de la placa que quitó el alcalde Cádiz de la fachada de la casa natal de Jose María Pemán este verano. Ya sabéis, la regla de las tres “R”: reducir/reutilizar/reciclar.
La única conclusión que saco de esta polémica es que la política lo embarra todo. De Almudena y de Pemán conozco bien poco. De la primera leí un libro hace 20 años y con asiduidad leía sus artículos; y de Pemán no he leído nada, salvo el último verso de su piropo a Cádiz que podéis encontrar en el parque Genovés: ¡Señorita del mar, novia del aire!

Al mismo tiempo, Pedro Sánchez, presidente del gobierno, ha concedido por Real Decreto la Gran Cruz de la Orden de Carlos III a 23 personas. Entre los agraciados están, y ha rechinado entre la derechona, Pablo Iglesias y Màxim Huerta (el ministro que duró una semana).
Esta Gran Cruz deduzco que se concede de forma casi sistemática a los ministros (entre ellos Ábalos, Acebes, Bibiana Aído, Almunia, Alvarez Cascos, Barrionuevo, Belloch, Bono, Boyer, Carmen Calvo, Chaves, Cospedal, Gabilondo, Griñan, Gutiérrez Mellado, Illa, Martín Villa, Mayor Oreja, Montoro, Morán, Enrique Múgica, Narbona, Leire Pajín, Ana Pastor, Rajoy, Rodrigo Rato, Rosón, Soraya Sáenz de Santamaria, Sancho Rof -el de la colza-, Solbes, Villalobos, Wert y un enorme etc.). Como veis, no parece haber filtros evidentes. También lo reciben o recibieron juristas de los altos tribunales, miembros de la casa real (incluidas Letizia y las infantas Pilar y Margarita de Borbón) y jefes de estado extranjeros.
El criterio establecido en el RD 1051/2002, del Reglamento de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III para conceder esta distinción es (Art. 1): Tiene por objeto recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación. Rechina; sinceramente, no cuela que todos y cada uno de ellos se hayan distinguido por sus “servicios eminentes y extraordinarios”: o todos los ministros son capaces de descubrir la pólvora un día, la penicilina al siguiente y un método barato para desalinizar el agua de mar durante el fin de semana, o me temo que estén devaluando el significado de las palabras “servicios eminentes y extraordinarios”, encima en plural (o los tres descubrimientos, o no hay condecoración). No hay que confundir disponibilidad, dedicación, buena voluntad, lealtad, etc. que se les supone a los ministros con “servicios eminentes y extraordinarios”.
Posiblemente, servicios eminentes y extraordinarios fueron los de Salvador Dalí (galardonado en 1982), José Miguel de Barandiarán (1991, el sacerdote, antropólogo, etnólogo y arqueólogo vasco) y Camilo José Cela (1992), algunos de los pocos bichos raros que he podido encontrar en la lista de condecorados de los últimos 45 años.
Quizás sea bueno indicar que lo de hijo predilecto y la Orden de Carlos III son los más distinguidos galardones civiles de Madrid y España respectivamente. La verdad es que la Orden de Carlos III parece un poco sobada, son demasiados los reconocidos con una tan alta distinción y muy pocos los que parecen merecerla. Como soy un envidioso (y no cainita, no quiero que le quiten la distinción a nadie) yo quiero que me concedan la Medalla al Mérito en la Investigación y en la Educación Universitaria, aunque no me la merezca ni por asomo. Es de rango algo menor, pero cuenta con solo 4 distinguidos:
Santiago Grisolía, un bioquímico doctor Honoris Causa por 14 universidades de 4 países distintos, presidente del Comité Científico de Coordinación del Proyecto Genoma Humano para la Unesco, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y un muy largo etc. Lamentablemente ni lo conozco, pero conozco perfectamente la alineación del Real Madrid y a todos los que aparecen en Tele5.
María Vallet Regí, una investigadora y catedrática de Química Inorgánica. También doctora Honoris Causa de varias universidades, y académica de la Real Academia de Ingeniería y de la Real Academia Nacional de Farmacia.
María Dolores Cabezudo Ibáñez, otra química, catedrática, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo que más me gusta de ella fueron sus trabajos de enología.
Y por último Margarita Salas Falgueras, la única que conozco. También bioquímica y discípula de Severo Ochoa como el primero. Su currículo no entra en un folio, como dicen ahora que deben de ser los CV. Como aperitivo, fue ella quien inició el desarrollo de la biología molecular en España en los años 60.
Como dicen los ingleses, “few, but select”. Este sí que es un club selecto, como selecta es la persona que es Tambor de Oro de Donostia y tiene la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. A ella va dedicada esta entrada, por merecida.
Con tanta prodigalidad, propongo: que con el borrador de Hacienda nos envíen la Orden de Carlos III a cada españolito en reconocimiento a nuestros esfuerzos y trabajos (los que tengan). Tu y yo no deberíamos ser la excepción en medallas aunque yo tengo una Cruz de Caravaca, igual cuenta.
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