En la anterior entrada comentaba la pifia de un general de la Guardia Civil durante una de las múltiples ruedas de prensa a cuenta del COVID19. También mencioné al ministro Pedro Duque, en donde está adscrito el Instituto de Salud Carlos III del cual hablaremos al final.
La Guardia Civil, como las Fuerzas Armadas (FF.AA.), se comen todos los marrones que el gobierno de turno les endilga. Da igual que sea limpiar el fuel del Prestige (2002), engañar a los familiares de sus propios compañeros que viajaban en el avión Yak-42 accidentado en Turquía (2003), remplazar a los controladores aéreos durante la huelga allá por 2010, aguantar mofas e insultos en el Piolín (Barcelona, 2017), ir a buscar 15 refugiados a Lampedusa en un barco (2019) o ir de turismo “Todo Incluido” a Irak, Afganistán, Kosovo, Bosnia, Timor Oriental, Haití, Cisjordania, Franja de Gaza, Mali, Mauritania, Senegal, Níger, Burkina Faso o Chad en los últimos años. Hoy por culpa del coronavirus se dedican a casi todo: desinfección de residencias de mayores y otras instalaciones colectivas, ayudar a montar hospitales de campaña o morgues, irse a China a por mascarillas o controlar los movimientos de las personas (y poner multas, claro).
La Guardia Civil y las FF.AA. son un chollo para los distintos gobiernos. Son obedientes y están bien organizadas, sin sindicatos de por medio y con su propio código penal. El Prestige (año 2002), los incendios de Riotinto (2004) y Guadalajara (2005) y otros muchos desastres anteriores demostraron que lo de las Comunidades Autónomas y su coordinación (y por tanto generosidad mutua) era más que difícil para el gobierno de turno. Zapatero lo tuvo claro: creó un servicio civil en 2006 recurriendo al ámbito militar: la Unidad Militar de Emergencias. Un auténtico oxímoron que ha dejado a los servicios de protección civil un tanto expuestos. Los de protección civil de las comunidades autónomas cuando hay un incendio o inundación seria deben pensar eso de “Sin ti no soy nada”.
Militares y Guardias Civiles no son mejores ni peores que en otros servicios públicos, como la sanidad, salvamento marítimo, universidades, bomberos, aduanas, la propia Policía Nacional, etc. Su mala fama quedó atrás y enterrada. Llevan años siendo las instituciones mejor valoradas según el CIS (el de Tezanos). Por lo poco que he conocido son muy profesionales en su ámbito de actividad (sean grupos de actividades subacuáticas, servicio marítimo, etc.) y se mueven como pez en el agua en ámbitos internacionales. Para acceder a la escala de oficiales, incluida la Guardia Civil, tienen que aprobar la antes llamada selectividad, estando la nota de corte entre los 11,5 y 12,5 puntos sobre 14, según el cuerpo y año. Un paso detrás de las carreras más exigentes.
No pueden afiliarse a partido político alguno, debiendo mantener una exquisita “neutralidad política”. No opinan, y mejor que no lo hagan. Por cierto, no hay gobierno tan tonto o loco que cambie el estatus militar de la Guardia Civil.
La Guardia Civil ha pasado de 75.103 personas en Enero 2009 a 75.190 en Julio 2019 (estadísticas del gobierno). No está mal. Sobrevivieron a la escabechina de la crisis.
El Instituto de Salud Carlos III es centro de referencia y principal organismo público de investigación español en el ámbito de las Ciencias de la Salud, así como órgano de apoyo científico-técnico al servicio del Sistema Nacional de Salud (SNS), dependiendo de dos ministerios, ciencia y sanidad. En la crisis del COVID19 tiene una función muy relevante; es mencionado casi todos los días, pero en la letra pequeña de los periódicos. Tanto es así que dos de sus miembros están entre los 15 expertos que asesoran al gobierno. Este Instituto, según sus memorias anuales, ha pasado de 1.191 a 873 empleados en el mismo periodo (2009 a 2019). Ha perdido un 26,7% de personal.
Ha quedado claro que no tengo nada contra la Guardia Civil, todo lo contrario, pero si España sigue desdeñando la ciencia e investigación de forma tan evidente, así nos irá.
Tras el Prestige en noviembre del año 2002, el Ministerio de Fomento puso en marcha en el año 2004 un plan de dotación de medios en Salvamento Marítimo denominado Plan Puente. El Prestige puso en evidencia las carencias, yo diría que sin piedad. La inversión creo que no llegó a 300 millones de euros, pero se pasó, por ejemplo, de 0 a 3 aviones, de 4 helicópteros a 12 y se construyeron varios buques y embarcaciones de distintos tamaños y potencia incluidos 4 buques polivalentes (en la foto el Don Inda con más de 21.000 caballos de potencia). Como Mao en 1958, aquello fue el “Gran Salto Adelante” de Salvamento Marítimo.

Dedicado a los ministros Illa y Duque, para que no se les escape la oportunidad de mejorar los servicios prestados por sus ministerios. Así es como funciona.