El miedo es necesario. Lo provoca una sensación de peligro, sea real o imaginaria. El miedo genera cambios fisiológicos como el aumento de adrenalina, la presión arterial y glucosa en sangre. Nos preparamos de forma inconsciente ante un posible ataque. La parte del cerebro que actúa es el sistema límbico que compartimos con los mamíferos y que controla las emociones: la rabia, el amor maternal, las relaciones sociales, los celos…y el miedo. Por debajo de él se encuentra el cerebro reptiliano y por encima el córtex, que se supone solo lo desarrolla el ser humano.
No hace mucho volvía yo a casa en un tren interurbano, el comboio Cascais-Lisboa, después de pasar un rato largo en un bar irlandés. Rondaba la medianoche. El tren iba casi vacío.
Tuve que hacer esfuerzos para no quedarme dormido con el traqueteo del tren; después de 30 minutos de sopor solo entretenido por el wasap tocaba bajarme.
Pusimos el pie en el andén una jovencita que no pasaría de los 20 años y yo. Enfilamos ambos hacia la salida, ella con unos cinco metros de ventaja.
La salida es un poco cutre. Escalera estrecha de bajada, poca luz, pasaje subterráneo y vuelta a subir escaleras. Si yo mismo me cruzase con alguien con pintas me pondría en guardia; para salir corriendo, claro.
Gracias a mis zapatos de suela mis pisadas resonaban como si fuesen de claqué. No había ni un alma.
Ella giró la cabeza para ver quién iba detrás y lo que vio no le debió de gustar. Aceleró el paso.
Fue tan evidente que al salir del pasaje ya iba unos 15 metros delante de mí. Subió las escaleras de dos en dos. Parecía un legionario desfilando. Me entraron ganas de decirle que tengo una hija de su edad, pero descarté la idea por el susto que le iba a dar. Aquello me dio que pensar.
Tras hacer un sesudo estudio de campo – hablé con ocho mujeres- todas menos una confirmaron que tienen miedo cuando caminan solas de noche, especialmente en calles oscuras. La pregunta es si ese miedo es real o imaginario.
Basta con buscar en Google “acoso en la calle mujeres” y uno se encuentra con estadísticas apabullantes. Desde groserías, manos largas, los que se rozan en el autobús o el hombre de la gabardina, lo han sufrido la mitad de las mujeres en España; en América latina tres de cada cuatro. En Francia, el Congreso acaba de aprobar una nueva ley de abuso sexual. Entre lo más llamativo, las multas contra el acoso a las mujeres, incluido el acoso verbal: los piropos. Multas de entre 90 y 750 euros. El siguiente cortometraje, francés, es un buen ejemplo:
https://www.youtube.com/watch?v=9W7EmM9Pg38
La matraca feminista, con sus claroscuros, tiene poderosos motivos. En este caso particular la tiranía ejercida por el hombre hacia el sexo opuesto en lugares públicos es inasumible. Titulé mi última entrada la tiranía de la mayoría. Considerar situaciones como estas aceptables o asumidas es otra forma de tiranía. En algunas ocasiones basta pensar en ello dos veces o simplemente ponerse en esa situación para darnos cuenta de que algo no va bien.
Me gustaría pensar que en esos hombres domina el cerebro reptiliano, el que solo actúa cuando el cuerpo se lo pide: hambre, sed, motivación reproductiva o respiración. Me temo que eso sería simplificar. No hay tantos lagartos entre nosotros.
Lo que tampoco vale es el reportaje transmitido por Antena 3 en donde parece que los acosadores estaban instruidos por la periodista. Una noticia falsa, un montaje, o como ahora está de moda, una fake new. Si es que solo copiamos lo malo.
Dedicado a los ayuntamientos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria por parar sus autobuses durante los recorridos nocturnos allí donde las mujeres lo piden; con la esperanza de que esa medida sea innecesaria en poco tiempo.