La educación judeocristiana nos ha llenado la cabeza de buenos sentimientos, solidaridad o generosidad y desde que somos niños nos han vendido la idea de que ser egoísta es malo. Además, ya no es solo la educación recibida. El entorno ayuda, y mucho.
Unos emplean el chantaje emocional: “¿Cómo me vas a hacer esto?” mientras otros reclaman lo que se espera de uno: “Deberías ir/llamar/etc.”
Pero nadie, nadie, te pregunta: ¿Y tú, qué quieres hacer? Bueno, sí. Los cuervos de El Libro de la Selva. Esos no tenían muy claro lo que querían hacer.
Ya en serio.
No hace tantos años se escribió un libro sobre el egoísmo sano. Para practicarlo primero hay que saber lo que uno quiere. Lo segundo es pensar con qué personas es necesario empezar a aplicar ese egoísmo.
La herramienta necesaria es el “no”. Ya escribí sobre ello en el ámbito laboral (Ladrones de tiempo: aprende a decirles no). Hay que saber decir esa palabra sin miedo ni remordimientos.
Querer agradar a todo el mundo supone un desgaste emocional muy grande que tiene siempre la misma recompensa: una eterna insatisfacción. Por ende, esa insatisfacción nos vuelve protestones y desagradables. La escena es bien conocida: vas a un sitio sin ninguna gana, te molesta todo lo que oyes y no haces más que insinuar a tu pareja que te quieres ir. Encima eres el insociable. Para eso, mejor no ir.
En resumen, hay que respetar nuestras propias necesidades y sentimientos, sobre todo si los demás no lo hacen. Si no nos respetamos, nuestra autoestima caerá en picado; o viceversa, porque nuestra autoestima es baja, olvidaremos nuestras necesidades y antepondremos las de los demás buscando un reconocimiento que nunca llegará.
Cuando uno se planta y empieza a decidir por sí mismo nos damos cuenta de que no es tan fácil y los problemas pueden empezar. Estos son:
- la libertad, regalo envenenado, y
- hemos de atenernos a las consecuencias de esas decisiones, a no ser que seas un genio y encuentres soluciones en las que todos ganan (como dirían los anglosajones, una win-win solution).
Jamás he encontrado una palabra más manoseada ni peor interpretada. Libertad es por definición del DRAE la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.”
Sobre las consecuencias de nuestros actos, o no actos, me remito a mi entrada “Convicción y responsabilidad: el dilema”. Es nuestro caso dejarnos llevar por una bondad impuesta es actuar por convicción. No pensamos. Si aplicamos la ética de la responsabilidad asumimos las consecuencias de nuestra decisión. Si alguien se enfada por no ser invitado, peor para él. No es al revés.
Dedicado a Anita “la santa”, porque las palabras de Jesús fueron: «Ama al prójimo como a ti mismo». No dijo ama al prójimo más que a ti mismo.
Me ha encantado tu entrada de hoy!! No puedo estar más de acuerdo con lo que escribes. Yo llevo prácticando el “no, porque no me apetece” o el “ no, porque no le aporta nada” un par de años y te aseguro que me va de maravilla. En tu caso tienes dos Aniras “las santas” y yo a una de ellas ya se lo tengo dicho porque a la otra me pilla más lejos y seguramente no hará ni caso…., claro que a la que me pilla cerca, tampoco me hace ni caso….!!! En fin, confiemos en que tarde o temprano nos hagan caso aunque sólo sea para probar!! Jajaja
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