No confundir el culo con las témporas

De tanto querer ser políticamente correctos nos hemos pasado de frenada. Ya mencioné en mi entrada Eufemismos o lo políticamente correcto que no llamamos a las cosas por su nombre y que ahora se intenta disfrazar la realidad con palabras consideradas menos ofensivas. Lo cual es una solemne tontería.

Por ejemplo la expresión subsaharianos es empleada como sinónimo de inmigrante ilegal, africano y además de raza negra.

Estos colegas de la foto son también subsaharianos, aunque sean de la selección de rugby sudafricana: el término subsahariano es una solemne tontería.

Algo parecido ocurre con la palabra afro-americano que se usa en EE.UU para identificar al grupo étnico de negros, ciudadanos de los EE.UU, con ancestros en uno de los grupos raciales negros de África. Craso error: el término no excluye a los estadounidenses descendientes de moros, blancos (como los sudafricanos de la foto) o egipcios que también entrarían dentro del término afro-americano. Se toma el todo por la parte. Otra solemne tontería.

He empleado con toda intención la palabra moro. Buscando en internet encontré un posible origen etimológico de la palabra. Viene del fenicio “mahur” que significa occidente. De ahí derivan Mauritania, Moro y Magreb (región norteafricana que incluye a Mauritania, Sáhara Occidental, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia).

Moro y magrebí son sinónimos: identifican a los habitantes del norte de África. ¿Por qué recientemente se emplea más la segunda? Otra vez la solemne tontería de considerar que una palabra pueda ser ofensiva por sí misma cuando identifica perfectamente a una etnia, región de origen o raza.

A tal extremo hemos llegado que la Real Academia de la Lengua recibió en el año 2014 una petición pare que la palabra moro se definiese en el Diccionario como racista, discriminatoria y xenófoba. La petición fue rechazada, hasta la próxima intentona.

Como España es experta en copiar todo lo malo, sobre todo si viene de los EE.UU., me temo que pronto daremos un paso adelante y de lo políticamente correcto pasaremos a lo “empáticamente correcto”. Dos artículos recientemente publicados sobre el tema (“empathetic correctness” en 2014 y en 2015) describen que la sensibilidad a las “micro-ofensas”, sean de carácter sexual, religioso o racista, es tan alta ya que cualquier comentario puede ser considerado digno de reprobación. De hecho, en los EE.UU. se está entrando en una fase de autocensura reforzada por el efecto de las redes sociales, capaces de destrozar la imagen de una persona en cuestión de horas.

En los EE.UU. se consideran no adecuados libros como “Las aventuras de Huckleberry Finn” (Mark Twain), “La llamada de lo salvaje” (Jack London), “Las uvas de la ira” (John Steinbeck) o “El Gran Gatsby” (F. Scott Fitzgerald) por ser racistas, violentos, decadentes o sexistas, etc.

En esa categoría entrarían libros como el del entrañable cura “Don Camilo” (libro de Giovanni Guareschi que nunca me canso de leer) en donde el cura del pueblo y los “rojos” mantienen una pelea cerril pero noble o “La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona” de Camilo J. Cela, hecho real que acabó con la boda de los personajes principales tras provocar un escándalo en un cine.

Es más, nuestro añorado Camilo José Cela sería públicamente crucificado si volviese a proclamar en la televisión que puede sorber 1,5 litros de agua por el culo.

Espero que nos quede un poco de cordura y que la libertad de expresión -no confundir con la libertad de insultar-, perdure.

Dedicado a Max, mi compañero de colegio, por incorrecto. Y porque lo siga siendo.

 


2 respuestas a “No confundir el culo con las témporas

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