¿El Ramadán? Hace ya unos años aprendimos la respuesta al “eso que es lo que es”: un mes de ayuno diurno durante el noveno mes del calendario lunar que usan nuestros vecinos del sur, calendario de unos 355 días.
Los musulmanes, unos 1.800 millones hoy, literalmente son los que “se someten”, practican el Ramadán una vez al año, su dios es Alá, su profeta Mahoma y el Corán es su libro sagrado. El Ramadán, estupendo para los sometidos, es su decisión.
Entre esos musulmanes los hay que van más allá: los islamistas. El islamismo es un movimiento político que pretende adaptar los principios del islam a todos los ámbitos de la vida pública. Ahí es donde empiezan los problemas. Los de Siniestro Total ya en 1981 pillaron de qué iba el Ayatolá Jomeini y su revolución. Ya sabéis, “solo vine a comprar pan, y me enseñasteis el Corán”.
Los franceses, tan democráticos ellos, cobijaron a Jomeini, el Ayatolá de Irán, y ya sabemos cómo se ha ido expandiendo el islamismo. Supongo que Valéry Giscard d’Estaing en el cielo de los justos estará palpándose los bolsillos del traje, y con él todos los franceses. Igual está buscando los diamantes de Bokassa (dictador de la República Centroafricana, conocido por su canibalismo), o algún Corán regalado por Jomeini. Este último viajó a Irán en un avión especial de Air France en febrero de 1979. Inspirador Jomeini:
Muchos os preguntaréis a qué viene esto del islamismo y Jomeini. Pues por el fútbol. Ya en el partido Real Sociedad – Manchester United hubo una pausa a los 20 minutos de empezar para que los musulmanes que practican el Ramadán pudiesen comer y beber a la puesta del sol. Sorpresa. Esa sorpresa fue mayor cuando lo mismo ocurrió en el partido Barça – Benfica en el minuto 15 de la primera parte.
Eso, desde mi punto de vista, es una injerencia de la religión en la vida civil, nada más civil que el fútbol. Si lo llevásemos al absurdo, los judíos practicantes no jugarían los sábados al fútbol y los partidos con jugadores judíos se celebrarían otro día, el domingo, por ejemplo, y los católicos pues al revés. Otra injerencia, aunque me temo que no conozco ningún judío en la liga española. Tampoco me voy a poner exquisito: la liga para antes de Navidad hasta después de Año Nuevo, aunque en Semana Santa sí que se juega.
En cualquier caso, no estaría mal que Jomeini se levantase de su tumba y dictara una bula a los futbolistas para que en el día del partido puedan alimentarse cuando deben. El Ramadán no se aplica a enfermos, mujeres con la regla, embarazadas, viejos, y demás personas para las que el Ramadán puede ser un riesgo.
Hay que ser cuidadosos con estas cosas. Las religiones pertenecen al ámbito de lo privado, de lo particular. Las religiones han influido desde siempre en la vida de los ciudadanos, sea de forma voluntaria (como puede ser hoy en día en los países occidentales) o a la fuerza, como en muchos países musulmanes y no hace tanto tiempo en España, e incluso lo opuesto es y fue una realidad: países rabiosamente anti religiosos prohíben su práctica. Algo absurdo, pues es algo inherente al ser humano y su pensamiento. Las creencias no se pueden prohibir.
Cuando tus creencias religiosas, o su ausencia, implican una desventaja, una mácula, o eres señalado, malo. Es el principio del fin de una sociedad por la que hemos trabajado desde hace unos 250 años, cuando los franceses, otra vez los franceses, le cortaron la cabeza a Luis XVI y a Maria Antonieta. Como siempre que se le da la vuelta a la tortilla, los franceses se pasaron tres pueblos: en 1789 se confiscaron tierras y bienes de la Iglesia, en 1790 se suprimieron las órdenes religiosas, y en 1793 fue abolido el culto cristiano y sustituido por el culto a la Diosa Razón. Al morir Robespierre y poco después de llegar Napoleón las cosas se calmaron, quedando Francia como ejemplo de país laico pero respetuoso con el resto de las religiones. El cuadro de abajo representa la Fiesta de la Razón, en Notre Dame, hecho ocurrido el 10 de noviembre de 1793 (pintura de Charles Müller, 1878).
Dedicado a los mártires, sean ateos, agnósticos, católicos, protestantes, anglicanos, musulmanes, budistas, hinduistas, y especialmente a los uigures en Sinkiang que sufren de un «estado policial de pleno derecho» con controles y restricciones extensas en su vida religiosa, cultural y social. En Sinkiang, el gobierno chino ha ampliado la vigilancia policial para detectar signos de «extremismo religioso» que incluyen poseer libros sobre uigures, dejarse la barba, tener una alfombra de oración, llevar vestidos largos o dejar de fumar o beber.
Que manía con obligar a pensar a las personas de una manera determinada.



