Muchos dirán que política española (con minúscula) y las Leyes de la Ciencia (con mayúscula) no tienen nada que ver.
Tienen razón. Pero un analfabeto funcional en ambas materias como yo queda confuso antes el maremágnum de palabros de nuestros políticos, ellos tan seguros de si mismos y locuaces. Lo confundo todo, como el horizonte marino en un día de bruma, cuando a una legua de distancia los contornos y colores se difuminan. Al final os cuento una bonita historia sobre la legua.
La Física. Mi querido Newton, Isaac, la clavó. He aquí dos de sus leyes:
Ley de inercia: salvo que pase algo, nada cambia (en palabras de Newton, Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él).
Todos y cada uno de nuestros presidentes de gobierno salieron despedidos tras sonoras pifias, o circunstancias extraordinarias (Gonzalez y la corrupción, Aznar y sus mentiras, Zapatero y la economía, Rajoy, pues no sé…quizás fuese porque cada vez se le entendía menos además de ser el presidente pasmado, como Felipe IV). Hubiesen permanecido en su sillón para siempre, pero…
Ley de acción y reacción: ya sabéis, toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto. Las elecciones del 2015 hicieron brotar nuevos partidos como champiñones. Fue después del movimiento 15-M del 2011, ya sabéis, los indignados que por cierto tenían más razón que un santo (pedían listas abiertas, circunscripción única, separación de poderes real, referéndum por la jefatura del estado, transparencia en la financiación de partidos, reforma de las condiciones laborales de cargos electos, derecho a una vivienda digna, y un largo etc. No han colado ni una). Entre ellos, Podemos que se desayunó al PSOE quedando a escasos 400.000 votos (recibieron algo más de 5 millones votos). El siguiente caso fue el de Vox. Tras 4 años de gobierno de Rajoy, el pasmado, y la patada que le dieron sus amigos vascos y otros, hubo elecciones y apareció este otro champiñón con 3,6 millones de votos. Acción y reacción. Así nos va.
La electrostática.
Ley de Coulomb. La ley dice que La magnitud de las fuerzas eléctricas con las que interactúan dos cargas puntuales en reposo es directamente proporcional al producto de la magnitud de ambas cargas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa y tiene la dirección de la línea que las une. La fuerza es de repulsión si las cargas son de igual signo, y de atracción si son de signo contrario. Que se lo pregunten a Podemos y a Sumar, cuanto más cerca más se repelen. Lo mismo se puede decir de Vox, alias los patriotas, que ellos solitos se están disolviendo como un azucarillo con tanta pelea interna. Bien.
La mecánica cuántica.
El principio de incertidumbre de Heisenberg podría resumirse así de una manera filosófica: en la vida, como en mecánica cuántica, nunca podemos estar seguros de nada. El pájaro Werner Heisenberg, sin despeinarse, llegó en 1925 a la conclusión de que no había manera de saber cómo se movía un electrón porque para saberlo había que darle con un fotón, lo cual alteraba su movimiento. Por tanto, el resultado era nulo. Y así hasta hoy. En política, nunca sabemos lo siguiente que va a opinar o hacer un político. Es el más puro Principio de Incertidumbre. Me ahorro los ejemplos.
La última. Leyes de la naturaleza.
La teoría de la evolución de Darwin propone que las especies cambian con el tiempo y que esos pequeños cambios se perpetúan cuando hacen que la especie mejore su supervivencia, lo que se llama la supervivencia del más apto. Un ejemplo en nuestros políticos es la “cara dura”. Esta subespecie única en España dispone de unas mejillas de acero de la más alta calidad, impenetrables, inmunes al fuego, frio o radioactividad, donde el rubor que surge de forma natural cuando quedas en evidencia – una mentirijilla, por ejemplo- a ellos no les pasa. Al revés, ponen cara de póker, impasibles, o simplemente lo niegan todo, ofendidos.
Dedicado a Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga, marino y científico guipuzcoano. Vivió a caballo entre los siglos XVII y XVIII, nacido en Motrico (como Cosme Damián Churruca, el que murió en Trafalgar). Fue piloto, matemático, ingeniero naval y almirante de la Armada española; con 28 años ya había ido y vuelto a las américas once veces, las últimas como capitán. Nuestro Gaztañeta estableció en el siglo XVIII la legua marina de 5.555 metros y tan contento quedó el rey que esa misma distancia se empleó para definir la legua terrestre. Así hasta la llegada del sistema métrico decimal.
Una crítica: los marinos ilustres guipuzcoanos cuentan con calles prominentes en el centro de San Sebastián (Churruca, Blas de Lezo, Legazpi, Oquendo, Urdaneta o Elcano). Nuestro Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga está escondido en una pequeña calle del barrio del Antiguo.

