No llores, mariquita

Todos hemos escuchado esa frase dirigida a cualquier niño que soltara lagrimones cuando se hacía una herida en la rodilla o pensaba que iba a sacar buenas notas y recibía unos cuantos suspensos o aprobados justitos. Si eras la diana del cachondeo y las burlas de los compañeros de clase había que pelearse o ser maquiavélico, consiguiendo que la diana fuese otro. Si llorabas o huías, peor: tus “amigos” le cogían gusto.

Llorar era un signo de debilidad. Boys don’t cry que decía The Cure allá por el año 1979.

El juego de roles que nos marcaron a fuego a los varones desde bien pequeñitos, desde hace siglos, ha dejado tarados psicológicamente a unos cuantos, y la verdad es que no sé por qué hablo en tercera persona. A ver quién tiene el coche más grande, a ver quién tiene más pasta, a ver quién lleva la tía más buena colgada del brazo, a ver quién la tiene más grande. Así, como suena. Frases como el “Tanto tienes, tanto vales” o “La talla de un hombre se mide por la grandeza de sus enemigos” o “Cada uno tiene lo que se merece” son una buena muestra de lo que se esperaba de los varoncitos hasta hace bien poco, si es que eso ha cambiado realmente. La verdad es que tengo dudas.

Recuerdo hace unos 20 años en una boda a un conocido 5 años más joven que yo hablar de la “figura del padre”, símbolo de poder y fuerza, intocable, digno de respeto per se. Me dejó bastante alucinado por anacrónico y porque lo decía convencido, ni rastro de duda o de que hablara de cachondeo. Y mucho más fresco en la memoria tenemos el sopapo de Will Smith al presentador de los Oscars por reírse de su mujer.

El patriarcado, la competitividad y las expectativas creadas en torno a cada uno dan lugar a insatisfacciones y amarguras. La norma de la masculinidad es bien sencilla: debes ser fuerte, racional, dominante, autónomo, activo, competitivo, poderoso e invulnerable (otra vez, Boys don’t cry).

Tus resultados serán fruto de tu capacidad, esfuerzo, esa pizca imprescindible de suerte y sobre todo de tu posición en la parrilla de salida. Como en la F1, unos salen en la pole position con un Red Bull y con un equipo detrás que te cambia las ruedas en 3 segundos y otros con un Ford Fiesta en la última línea de la parrilla, sin siquiera saber muy bien que hacen en ese circuito. Sobrevivir a esa realidad, el proceso de caerse del guindo, descubrir qué es lo que quieres, reconocer y aceptar tus defectos y virtudes, y por fin saber en qué división juegas, lleva años. No es cuestión de limitarse, es cuestión de buscar y seguir los caminos que se te ofrecen, como en el olivo de abajo.

El antiguo rol del varón en la sociedad patriarcal no era fácil, dependía de las expectativas que tú mismo creabas. El fracaso siempre es difícil de aceptar. Quizás por ello el número de hombres que se suicidan en Europa casi cuadriplica al de las mujeres, rondando los 20 suicidios por 100.000 habitantes. En España nos suicidamos algo menos; en el año 2020 se suicidaron 2.930 hombres (una tasa de 12,6 por 100.000 habitantes) y 1.011 mujeres. La relación entre el exigente rol del varón y los suicidios parece obvia y existe bastante documentación al respecto. Algo parecido ocurre en las culturas nipones o coreanas, pensad en los adolescentes que se suicidan por no aprobar el examen de acceso a la universidad.

Ojito, que los suicidios suelen estar mal contados, sea por vergüenza o por estar mal clasificados (confundidos en los accidentes de tráfico, caídas o sobredosis). No todos los suicidas dejan una nota.

Esto no va de pobrecitos los hombres, ni voy a reclamar la perspectiva de género en lo de los suicidios. Tras varios siglos implantado, el patriarcado creó una sociedad enferma con el machismo como abanderado, pero como veis el machismo no es la única consecuencia nefasta. Por suerte las cosas están cambiando.

La sociedad es como el viejo olivo de la foto, el más viejo de España con sus más de 1700 años, pero que aún produce sus aceitunas. Sociedad retorcida, compleja, con recovecos y caminos escondidos que te llevan de una parte a otra del tronco o a alguna rama, y quien sabe, si a un lugar mejor.

Dedicado a los varoncitos, ya podéis llorar (hasta con el corazón encogido).


Una respuesta a “No llores, mariquita

  1. Afortunadamente la mitad de la humanidad ha sobrevivido con valores a la organización social primitiva patriarcal. Ninguna conmiseración por los machirulos, señoros y varoncitos tarados de la otra mitad. Ya se atisba el nuevo mundo en libertad, sin desigualdades y solidaria sororidad.

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