Viejos y estropeados

Sistemáticamente cuando se da la noticia de un fallecido contagiado por el COVID-19 en España se recalca la edad y se añade que el fallecido sufría de otras patologías.

Bien, solo la palman los viejos, y además ya estaban enfermos.

Así nos quedamos todos tranquilos. A mí – aunque me queda poco para entrar en la zona de riesgo – no parece que me vaya a tocar.

Por ejemplo:

El País: La mujer tiene 99 años y falleció el martes. Sufría varias patologías previas.

El Mundo: Los tres nuevos fallecimientos con coronavirus en la Comunidad Autónoma Vasca corresponden a dos mujeres de 92 y 88 años, que se encontraban ingresadas en aislamiento en Álava, y a una mujer de 87, internada en aislamiento en Bizkaia, todas ellas con enfermedades crónicas previas.

La Vanguardia: Este viernes se ha conocido la primera víctima mortal por coronavirus en Catalunya. Se trata de una mujer de 87 años y con patologías previas.

RTVE (página web): Ya son 17 los muertos en España con coronavirus. Este domingo se han confirmado siete nuevos: tres en Madrid, tres en el País Vasco y uno en Aragón. Todos los casos son personas mayores con dolencias previas.

Añadir que los fallecidos tenían patologías previas es redundante pues no conozco a ningún viejo que no tenga algún problema de salud.

Semejante política de comunicación instrumentada por el ministerio y las consejerías de sanidad resulta preocupante. Los motivos son dos:

El primero, y más evidente, es que se intenta tranquilizar a la población; excepto a los viejos, claro.

El segundo es que, como solo se mueren los viejos, y encima ya estaban enfermos, da un poco igual ¿o no? Dicho de otro modo: ¿Cuál sería la reacción de la sociedad y las administraciones sanitarias si solo muriesen niños menores de 4 años? ¿Hablarían de “contención”? Me temo que todas las guarderías estarían cerradas, los niños a buen recaudo, los padres no irían a trabajar y al super lo mínimo y con escafandra, no vaya a ser que le peguemos el virus al niño.

Todavía hay clases. Hoy, 11 de marzo, parece que el virus no se va a contener salvo que se tomen medidas de cuarentena extremas. Ya no da tiempo ni a decir la edad de los que fallecen. O sea, nada de reuniones masivas, cierre de escuelas, universidades, teletrabajo, etc.  Las imágenes de los supermercados con las estanterías vacías demuestran que los españoles se lo toman más en serio que nuestras autoridades. O simplemente, que hay cierto pánico. Los recursos sanitarios son limitados, aquí y en Pekín (por eso construyeron hospitales en tiempo récord en China) y ya en Italia se decide quién es tratado, según la edad, estado y patología anterior. Una eutanasia en forma de lotería encubierta. Así estaban las cosas ayer (de RTVE):

Como lo del COVID-19 viene para quedarse una temporada la sociedad española puede aprovechar esta magnífica oportunidad.

Podemos cambiar después de esta. O al menos eso espero. En España se sufre aún de la presentivitis (término que me acabo de inventar, en español presentismo laboral), o sea, lo de calentar la silla hasta que el jefe se va, por si acaso. Lo de la eficiencia y productividad queda para otra ocasión.

La presentivitis (del latín praesentĭa al cual se le añade el sufijo itis, inflamación) es un mal provocado por la misma empresa. Los empleados hacen lo que se espera de ellos; al gestor español lo de trabajar por objetivos le suena raro. Pare él, si el empleado está a su disposición, trabaja. Eso es lo que le gusta al jefe español: tener vasallos.

En España seguimos sufriendo de ese mal, con el agravante de unos horarios lunáticos. Salir de la oficina a las siete de la tarde después de haber tenido un almuerzo de dos horas o más nos destroza la vida. España no ha mejorado ni con la entrada en la UE ni con el tiempo, tras cuatro décadas entre los bárbaros del norte.

 En Noruega o Alemania el horario de máxima audiencia de la TV comienza hacia las 20:00. En España, el horario de máxima audiencia comienza a las 22:30 y termina hasta que aguantes en pie – o en el sofá-. Y los niños acostándose a las 23:00. Así se dan los primeros pasos para el fracaso escolar.

Como siempre, todo problema es además una oportunidad. Hay que aprovecharla. El COVID-19 va a implantar, a la fuerza, el teletrabajo en casi toda Europa (a mí ya me están avisando).

Teletrabajo y por ende ahorro inmenso de tiempo al ahorrarte los desplazamientos, ahorro económico (gasolina, peajes, parking), funcionar por objetivos, horarios flexibles, supervisión mínima, organización plana con una mínima jerarquización, etc. Por ahí van los tiros.

Además, lo del teletrabajo sería estupendo para el medio ambiente y llevado al extremo, podríamos volver a llenar la España abandonada. A vivir a Teruel. Todo son ventajas.

Dedicado a los viejos y estropeados.


4 respuestas a “Viejos y estropeados

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