La revista TIME ha nombrado a Greta Thunberg como “persona del año 2019” (person of the year). Esta muchacha de 16 años (nacida el 3 de enero del 2003) bien se merece el reconocimiento; por definición el premio se otorga al individuo que tuvo la mayor influencia, para bien o para mal, en los eventos del año. No sé si influencia es la palabra, pero Greta ha sido aplaudida, criticada, ridiculizada, despreciada, ha salido en todas las televisiones y se ha hablado de ella en todas las radios. Greta hasta en la sopa.
Lo primero que quiero decir es que me encantaría que nuestros jóvenes españoles hablasen inglés como ella.
Lo segundo es que su mensaje, sea de ella misma, de sus padres o creado por una oscura conspiración judeo-masónica, ha llegado a todos los rincones. Esta muchacha ha calado, ha funcionado, porque ha conseguido su propósito mejor que todos los informes científicos de la ONU juntos, ministros de Medio Ambiente, los del PACMA, la de las gallinas violadas o Greenpeace.
Lo tercero es su capacidad para hablar en público: igualito que en el Congreso nuestro de cada día.
Lo cuarto, es que ese mismo premio lo han recibido Hitler, Stalin, Putin o Trump. O sea, lo de “premio” es un poco relativo. También los hubo acertados: Charles Lindbergh (el primero en recibirlo en 1927), Gandhi, Luther King, Einstein o Gorbachov.
Como siempre, en lugar de “hablar de”, es mejor ir a la fuente. Veamos a Greta soltando una bronca (lo de discurso se queda corto):
¿Qué os parece? Que la muchacha hable así porque tenga Asperger o piojos me importa poco. Lo dice con tal convicción (la vehemencia de la juventud) que los que le acompañan en el estrado asienten con la cabeza, como bueyes.
Greta durará lo que tenga que durar, pero ya ha hecho su trabajo.
¿Miramos al dedo o a la Luna? ¿Qué es lo importante, Greta o el cambio climático? Pues Trump mira al dedo, cejijunto, celoso y faltón, al enterarse de que Greta es la nueva «person of the year»:
