Craso error

Hace pocas semanas leí unos titulares muy llamativos: una camarera había sido despedida en los EE. UU. tras recibir una propina de $10.000. Lo primero que me vino a la cabeza es que se había quedado con toda la propina para evitar repartirla. Craso error el mío.

Vayamos a los hechos. La muchacha no se quedó con la pasta. Al contrario, la entregó y fue repartida entre los camareros que allí estaban ese día según usos y costumbres; fue repartida por los dueños.

Tocaron a $1.200 por cabeza.

El origen de la propina también era curioso: un cliente habitual, como agradecimiento por el trato recibido durante varios años, pidió a un amigo que dejara esa propina tras su funeral. Y así lo hizo. Lo que ocurrió a continuación no entraba en los planes del difunto.

Como siempre, lo peor de nosotros surge cuando el dinero anda por en medio. Los de la cocina protestaron, y los camareros que no estaban trabajando ese día también. Eso enrareció el ambiente.  Los dueños, hartos, llamaron a la camarera para que se chivara de los que protestaban: queremos saber quiénes son. Ella, cándida, pero con principios, estaba en medio y se negó. Conclusión: la despidieron por no colaborar. Parece que eso de tener principios no está valorado. Menuda novedad.

Dos errores de la camarera: decir lo del dinero y luego no chivarse. Craso error. Por cierto, Marco Licinio Craso (Marcus Licinius Crassus; en latín crassus quiere decir gordo) era uno de los que formaban el triunvirato en Roma, junto a Pompeyo y Julio César, siglo I AC. La pifió en una batalla allá por el Éufrates, y perdió la vida siendo prisionero. En Roma se dijo Crassus errare, para nosotros, craso error. Un juego de palabras para definir una pifia monumental.

Como esta entrada se me está quedando coja y recordando algún reciente craso error – soslayo la política nacional por insoportable – me vienen a la mente la von der Leyen, Úrsula Gertrud, y su amiga Robles Fernandez, María Margarita, ambas ministras de Defensa. Úrsula durante dos gobiernos con la Merkel y la otra la titular en España.

Ya cuando escuché a Úrsula decir que había que prepararse para la guerra se me pusieron los pelos como escarpias. Mi querida Úrsula dijo expresamente (de La Vanguardia, 28 de febrero 2024):

Tenemos que actuar rápido. El riesgo de guerra puede no ser inminente, pero no imposible. No se deben exagerar los riesgos de guerra, pero sí debemos prepararnos para ellos.

En la misma línea, o incluso peor, nuestra Margarita se ha despachado con el siguiente mensaje (de la web de RTVE, 18 de marzo de 2024):

La amenaza de un ataque de Rusia, incluso con armamento nuclear, es «total y absoluta» y ha afirmado que la sociedad española no es consciente del «enorme peligro» que supone el líder ruso, Vladímir Putin, ya que «hoy en día, un misil balístico puede llegar perfectamente desde Rusia a España».

Erre que erre, sigue diciendo el 23 de marzo del 2024 (La Vanguardia): “La amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente”.

Yo no he vivido guerras, pero me da la impresión de que hablan en serio. Primero se piensa, luego se dice, se repite, se monta el relato, te lo crees, te parece estupendo y al final se hace. Luego ya está. Pensad en Puigdemont y su amnistía, hace 1 año no estaba en la cabeza de nadie, salvo en la del propio Puigdemont.

 Me imagino yo mismo en el buque de desembarco Velasco -ya desguazado, menos mal- navegando a toda máquina y varando en una playa cerca de Novorossiysk en el Mar Negro, con un par de cientos de infantes de marina a bordo y media docena de blindados, todo ello bajo el fuego enemigo de las baterías de costa. Qué romántico…hasta que un obús cae cerca y te ves aguantando tus propios intestinos con las manos, mirándolos incrédulo. ¡Ah! Era esto la guerra, pensaría sorprendido.

Voy a ser claro, a la guerra vais vosotras y vuestros hijos, marcando el paso de la oca. Como el romano Marco Licinio Craso.

Mi dedicatoria va para Creedence Clearwater Revival (CCR) y su Fortunate son, canción antimilitarista del año 1969, cuando las protestas contra la guerra del Vietnam más apretaban.

Dos crasos errores, tener principios y la guerra. Los dos salen carísimos.


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