Low-cost, otra vez nos engañaron

Cuantos de nosotros caímos en la trampa del low-cost. Nos abalanzamos a sacar vuelos en Vueling, EasyJet, o Ryanair y muchos presumían de sacar billetes a Londres o Estocolmo por 5 €. Luego llegaron los coches de Uber donde además de ir en un coche impoluto te invitaban a una botellita de agua. Más o menos al mismo tiempo llegaron los apartamentos turísticos, donde un particular alquilaba su casa por fines de semana o semana en verano y mucho antes avispados empresarios textiles vieron el chollo de producir en China, la India y hoy en Bangladés.

Las compañías aéreas de low-cost son un dolor, cada vez con más restricciones de equipaje, horarios marginales, asientos más estrechos, aeropuertos inéditos en donde te gastas en taxi lo que te ahorras en el billete, u obligas a tu colega o novio a recorrer 100 km para recogerte. Las escenas de muchachas poniéndose 5 capas de ropa en verano por aquello del equipaje es divertido, pero algo patético. Lo malo es que las mismas prácticas las utilizan hoy las compañías “normales”, con lo que hemos igualado por lo malo. Tanto es así que Iberia tiene 3 tablas salariales distintas en función de la fecha de incorporación de los pilotos a la compañía. Los “antiguos” con salarios y condiciones laborales excelentes (que como buenos españoles les envidiamos), los intermedios y los nuevos, con condiciones equivalentes a las compañías low-cost, o sea, que te pagas el café durante el vuelo (esto me lo he inventado).

Los Uber eran la panacea: la solución a un servicio de taxi abusivo, a veces tramposo y ladrón, en ocasiones rozando lo decrépito, sin aire acondicionado a 35° y un tío, normalmente un tío, malencarado.  Los Uber hicieron despertar al gremio. En Lisboa fue un cambio de La noche al día. Los Uber los conducían jóvenes de ambos sexos, con una sonrisa, trajeados (nada de camisetas sudadas), te orecían una botellita de agua, los precios eran del 50% comparado con el taxi…pero duró un par de años. Algunas empresas se hicieron con casi todas las licencias, y ahora contratan conductores de Pakistán o Bangladesh, que de forma milagrosa les han convalidado el carnet de conducir y hoy coger un Uber en Lisboa es un deporte de riesgo, el conductor solo mira al GPS y no habla portugués. Mas de uno me ha llevado por dirección contraria. Tanto es así que los pocos locales que quedan son más caros, los “premium”, con poquita diferencia de precio con los taxis. Nos engañaron, no mejoraron el servicio: lo han degradado. Donde antes vivía una familia de un taxi, hoy malviven unos inmigrantes de los que se aprovechan unos pocos.

Las viviendas vacacionales o apartamentos turísticos lo han petado. Lo que comenzó siendo una familia alquilando su segunda vivienda fuera de temporada o cuando no estaban ha pasado a ser un negocio que está cambiando las ciudades. El turismo, en teoría más barato gracias a ese alquiler (y a los vuelos baratos) ha crecido y ya no hay quien vaya a un restaurante conocido sin reservar. Algunas ciudades han prohibido arrastrar las maletas de ruedas en el centro, tal era el ruido. ¿Qué ha ocurrido? Otra vez algunas empresas han entrado en el negocio, como los fondos de inversión, y lo que hacen es reconstruir fincas enteras (lo de Cádiz es desolador) o comprar pisos a mansalva y hacer mini pisos turísticos. Se ha creado un problema mayor del que existía con la vivienda en España. Los precios de los alquileres se han disparado y disparatado. Los ayuntamientos reaccionan tarde. ¿Nadie contaba las licencias que se daban? ¿Nadie controlaba el número de alquileres de larga duración disponibles?

Los 80 trajeron dos tiendas de ropa que hoy arrasan: Inditex y Primark. La primera no es puro low-cost, porque tiene marcas de todo tipo, pero Primark es increíble. Son el low-cost de calzoncillos, camisetas, vaqueros, calcetines, pantalones txinos, bragas, shorts, gorras, y todo lo que se te ocurra. A partir de ahí surgieron un montón de cadenas parecidas, con ligeras diferencias de precios; hace poco visité un centro comercial en Cádiz donde reconocí el 90% de las tiendas: Calzedonia, H&M, Massimo Duty (Inditex), Stradivarius (Inditex), Sfera (low-cost de El Corte Inglés), Springfield (low-cost de Cortefiel), Pull&Bear (Inditex), Catchalot, Bershka (Inditex), Tezenis, Intimissimi, Women’s secret, Lefties (low-cost de Inditex), Mango,…y por supuesto Zara (Inditex 160.000 empleados) y Primark (80.000 empleados). Otra vez la misma concentración empresarial, y los pequeños comercios familiares abrasados, aplastados, inviables ante semejante competencia de horarios y precios. Eso sí, todo hecho en Bangladés hasta que alguna fábrica se incendia, se hunde el edificio o descubren a niños cosiendo. Entonces todo el mundo se escandaliza y dejan de comprar en Primark unos meses para comprar en Pull&Bear. 

Cuanto más hablan de libertad y de libre mercado más me preocupo. Lo barato sale caro para nosotros. Unos pocos van concentrando el poder y el negocio, dejando al resto las migajas, es decir un salario mínimamente decente – si acaso –, dejando cada vez menos campo para los “emprendedores”, tal y como yo los concibo.

Prefiero cien mil familias ganando 50.000€ al año a un conglomerado como Inditex ganando 5.000 millones de euros (dato del 2023). No tengo nada contra la familia Ortega, al revés, es de admirar, pero puestos a elegir, me quedo con esas 100.000 familias.

Prefiero mil taxistas o mil licencias de Uber gestionadas por una persona por licencia a una empresa contratando a mil conductores, que posiblemente estén mal pagados.

Lo barato sale caro y nos dejamos engañar una y otra vez. Lo sabemos desde niños, “me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá, me lo dijeron muchas veces y lo olvidaba muchas más”.

Dedicado a Paco Ibáñez y a Jose Agustín Goytisolo, que algo tienen que opinar de todo esto.

Y también dedicado a Marta Ortega, ¿por qué no? Seguro que también opina.

Marta Ortega se compra el jet privado más rápido del mundo (abc.es)


2 respuestas a “Low-cost, otra vez nos engañaron

  1. Alto y claro, German!! totalmente de acuerdo y cómo vamos evolucionando, pero a peor, en determinados aspectos, que no en todos!!

    Yo que he sido y soy una incansable viajera, no me reconozco en el turismo de hoy, ¿será la edad??

    Un abrazo

    Itziar

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