En España preferimos tener un perro a un niño. Las estadísticas no mienten. En nuestro país viven 6.265.153 niños menores de 14 años mientras que el número de canes registrados supera los 7 millones (cifras del 2022). En algunas ciudades como Madrid o Bilbao los perros ganan por goleada.
Recuerdo cuando un amigo mío hace ya muchos años me dijo que en Suiza ataban a los perros con longanizas. En España hoy los atamos con caña de lomo porque hemos sustituido a los niños por un perro. La ley de Ione Belarra de bienestar animal va a ser la guinda.
No seré yo quien reniegue de que un perro debe tener unos cuidados mínimos. Un perro de compañía debe ser parte integrante de la familia, con sus deberes y sus derechos. Derecho al paseo y a relacionarse con otros perros (esto último imprescindible para que no sea un hooligan bronquista en la calle), derecho a asistencia veterinaria, derecho a comer de forma decente (aunque el pienso debe ser una tortura, comer siempre lo mismo), a no estar solo como si fuese un tiesto del jardín, a estar limpio, a ser tratado con respeto y, sobre todo, debe saber lo que se espera de él: es decir, sus deberes. Lo primero y más importante no tirar de la correa como un demente y comportarse de forma civilizada, no romper cosas en casa, no ponerte las patas encima llenas de barro, no perseguir bicicletas, niños ni gente corriendo y hacer sus necesidades donde se le enseñe.
Todo lo anterior se traduce en dinero. Para empezar el precio del cachorro, vacunas, antiparásitos, y el adiestrador si con 9 meses y 20 kg ya te arranca el brazo durante el paseo o se escapa persiguiendo gaviotas como si fuesen su enemigo natural. Suma el pienso y como el perro te salga rarito y necesite un pienso especial este te sale a precio de gamba blanca, añade peluquería y lavado, los clavazos del veterinario (operaciones como castraciones suben ya de los 300€) o la residencia canina cuando te vas de vacaciones (mínimo 10/15€ por noche). Entonces te darás cuenta de que el perrito cuesta un pico. Lo del veterinario se puede solucionar parcialmente con un seguro, pero ojito con lo que cubre el seguro y las franquicias. Un veterinario es hoy tan caro como un médico, y los gastos pueden ser tan variados como cirugías, estancias, análisis, suero, medicación, curas, etc. A mí me cobran hasta las agujas desechables. Para colmo, últimamente los veterinarios rechazan el sacrificio del animal ante problemas de salud que podrían tener solución, pero cuyos tratamientos son caros carísimos. A veces esos tratamientos solo sirven para alargar la agonía del perro durante unos meses o semanas, que no entiende lo que le pasa. A ver si ahora el encarnizamiento terapéutico se lo vamos a hacer a los perros cuando dejamos de hacérselo a las personas.
Con la nueva ley los criadores deben estar registrados. Me parece más que bien, para evitar la venta de cachorros de origen dudoso, o sea, de padres tarados mentalmente o con enfermedades genéticas como la neoplasia de cadera. Es muy típico que cuando una raza se pone de moda se críen estos perros sin ningún control, sin la mínima selección de los progenitores. Según la década o la película de turno, se pusieron de moda el pastor alemán, dálmatas, labradores, el bichón maltés o los huskies. El resultado son perros tarados. Posiblemente la nueva ley implique una subida de precios de los cachorros: menos oferta, igual demanda, subida de precios.
Lo de esterilizar a los chuchos (al chucho, no al dueño) también es una medida muy conveniente, aunque en la ley quede un poco raro: dice algo así como “los animales que se mantengan o tengan acceso al exterior de las viviendas y puedan tener contacto no controlado con otros animales, deberán estar esterilizados». Bien, nos quitamos un problema, incluso de salud en caso de hembras mayores que no procrearon en su momento, pero en cierto modo estamos modelando al perro a nuestro gusto. O sea, cortar orejas y rabo no, pero ovarios y testículos, sí. Curioso. Lo siguiente será modificarlos genéticamente para que no ladren y solo meen una vez al día, con una vejiga gigante.
Pero no solo podemos influir en ellos físicamente. Un grupo de investigadores de la Universidad de Viena (Austria) desarrolló un método científico para definir la asociación del carácter entre los canes y sus dueños. Esto se hizo a través de pruebas de comportamiento.
Los resultados detallaron que, por ejemplo, mientras más ansioso y neurótico es un individuo, su perro también puede desarrollar esas características negativas. Por otro lado, los canes más tranquilos pertenecían a personas más relajadas. Así las cosas, es correcto señalar que, en efecto, los perros son sensibles a los estados emocionales de sus dueños y pueden compartir características de su personalidad. Un ejemplo:

Dedicado a Nana, a Bobi, y a Chispa.
Me ha encantado el artículo, German!!
Un abrazo
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